—Armario o cornisa, tú decides; rápido, ya están aquí, espetó el capitán a su hija.
—El ropero papá, al calor de las prendas.
—Buena elección, en el borde del edificio era inviable.
Los Nacionales han sitiado Madrid, se acerca su victoria, las calles emanan gran hedor y los muertos se cuentan por decenas.
El capitán no ha vuelto y han pasado dos días.
Llaman a la puerta, la adolescente asoma por la mirilla y ve que es su vecino de puerta.
—Tu padre ha sido asesinado, ven conmigo, llegaremos a Francia y seremos libres.
— Me quedo a luchar.
—¡Salud compañero!
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