miércoles, 30 de junio de 2021

Me llamo Lucas y soy autista.


Me llamo Lucas, soy de Santander y soy autista, os voy a contar como el fútbol cambió mi vida y la de mis compañeros.


Empecé de guaje en esto del balompié, mi padre, profesional  y jugador en el Racing de Santander me lo inculcó, además  me venía bien como terapia para mi afección neurológica; ya adulto, sigo jugando todos los domingos en la playa con muchos de mis amigos, unos con autismo y otros que no lo padecen. Por supuesto no me pierdo ni un partido en el Sardinero.

Pero vayamos por partes, hablemos de cuando empecé, sin duda, el fútbol cambió mi vida y la de mis compañeros.

Mi comportamiento mejoró, aprendí a interactuar y poder comunicarme con los demás como era mi deseo. Es importante empezar a trabajar duro desde pequeño, para que el autismo no te aparte de la sociedad y quedes marginado, cuando antes comiences, mayores son los efectos positivos.

Entrenábamos tres días a la semana y los fines de semana había partido. Tengo grandes recuerdos, mi niñez y adolescencia van cogidos de la mano del fútbol, crecí muy feliz, mi mayor satisfacción era ver a mis padres disfrutar viéndome jugar, sus ojos vidriosos les delataban.

El autismo nunca fue una barrera para nosotros, al contrario, nos unió más a mis compañeros y a mí, gracias a este noble deporte aprendimos a vivir. El fútbol ha sido y es nuestra vida.

Actualmente tengo una familia preciosa, mi hijo con seis años también juega al fútbol. Soy entrenador en un equipo de fútbol de niños autistas y les transmito los mismos valores que me enseñaron a mí.

Que la vida no te ponga freno siempre hay algo o alguien que te ayudará a superar tu problema y convivir con él.

¡Viva el fútbol!

 

sábado, 26 de junio de 2021

Conexión Estambul

 La vida de Sebas en Madrid es muy monótona, fotógrafo de un periódico de tirada nacional y apartado de la primera línea de acción como fotógrafo de guerra, por su comodidad  y  la de su familia, (es padre y esposo). Se aburre mucho y siempre está buscando alguna excusa para pasar a la acción.

Es sábado y ha quedado con sus compañeros para jugar unos hoyos en el campo de la Moraleja.

-Buenos días chicos, vamos a darle un rato a las bolas y a disfrutar de esta maravillosa mañana soleada, cuando acabemos nos tomamos unas cañas, pero nada de hablar de trabajo que nos conocemos.

-Ok Sebas, le contesta un compañero, hay que reconocer que mucho hablar pero luego no predicas con el ejemplo y no paras de hablar de curro, yo prefiero que nos cuentes alguna batallita de cuando estuviste en primera línea de fuego en la guerra de los Balcanes.

¡Venga Sebas cuéntanos una de las tuyas!, -pero mira que sois pesados chicos, contestó Sebas,  pero me habéis convencido.

Era una tarde fría en Kosovo, los paramilitares estaban muy activos en la zona y había que desplazarse por las calles con mucho cuidado, los cascos azules nos daban cobertura, pero a veces era insuficiente. Yo había estado por la mañana con dos alemanes y un francés en un mercado  serbio que dos días antes había sido bombardeado por los bosnios; nos quedaron unas instantáneas cojonudas, los niños nos regalaron sus mejores sonrisas e incluso en algún puesto entablamos conversación con los tenderos a los cuales compramos varias viandas para cocinar en el hotel; la verdad es  que se nos echó la tarde sin enterarnos; la vuelta era peligrosa, aunque íbamos en un jeep de prensa teníamos que pasar por varias calles que estaban blindadas por los paramilitares y una bala perdida podía ser fatal para nuestra integridad.

Desgraciadamente para nosotros, hubo un intercambio de disparos entre varios edificios y nos vimos envueltos en un fuego cruzado, (lo peor que nos podía pasar), las balas pasaban entre nosotros y silbaban en nuestros oídos como los violines en una orquesta,  pasado el peligro, nos dimos cuenta que el francés había sido alcanzado y herido de muerte. El resto de la historia ya la sabéis porque fue noticia de apertura al otro día en todos los telediarios; las autoridades francesas tuvieron más que palabras con los serbios y hubo varios bombardeos en los días siguientes.

A partir de ahí, mis fotos de guerra llegaron a su fin, María y yo éramos novios y me dio un ultimátum, o ella o las guerras y ya sabéis lo que ocurrió.

Se despiden hasta el lunes, todos menos Sebas y Ramiro. ¡Buen fin de semana chavales!

-¡Sebas!, te quería  comentar un tema importante.

-Cuéntame Ramiro... te comento, ¿Sabías que de la guerra de Siria nadie se hace eco de la noticia?, no hay fotos de la barbarie y a ningún medio le interesa; pero hay un periódico independiente en Barcelona que sí quiere dar a conocer lo que está ocurriendo allí y busca un fotógrafo con experiencia; ¿Qué me dices?.

-No jodas Ramiro, que me cuesta el divorcio y ya tengo 50 tacos.

-Sería cuestión de un par de semanas, en conexión de avión con Estambul,  una vez allí un coche te llevaría hasta Ankara, cruzas por el paso fronterizo y allí te esperaría un contacto local para trasladarte hasta Alepo. Hay que hacer varias fotografías de las escuelas de Alepo, mercados locales, comercios que queden en pie, poco más; se trata de que el mundo se entere que la guerra civil siria sigue vigente después de diez años.

- Veo que te sabes todo el plan al dedillo, ¡Venga qué cojones!, acepto. Mañana te lo verifico, déjame que hable con María para poderla convencer.

-Ok Sebas.

-Hola cariño, esto...  que te quería hablar sobre un curro que me ha salido, que a parte de ser muy jugoso económicamente, también lo sería en lo personal.

-¡Dispara Sebas, que te conozco!

-Es ir a Siria un par de semanas para hacer unas instantáneas y volver.

-Como que será tan fácil, aunque si a ti te hace ilusión ir, vete. Probablemente sea tu último trabajo, pero por favor, no te metas en problemas para que puedas volver sano y salvo.

-Ok cariño, ¡Muchas gracias!

-Ramiro todo ok, ¿ Cuándo salgo?, -pasado mañana coges el avión en Barajas.

Sebas prepara la maleta con lo justo y su bolsa con sus dos  Nikon y sus cuatro objetivos, no hay mucho tiempo, mañana sale para Estambul. 

Hoy ha tenido el día libre para preparar el viaje, el director de su periódico le ha dado el ok a viajar pero a regañadientes, sabe el peligro que corre Sebas y le tiene mucho aprecio, como compañero y amigos personales que son.

Ha llegado el momento, el taxi espera en la puerta, se  despide de María y de su hijo David sin muchos miramientos, cualquier duda le haría replantearse esta odisea en la que se ha embarcado.

Ya en Estambul, coge un coche de alquiler y se traslada a Ankara donde llega al anochecer, ya le está esperando Yusuf, el guía que al día siguiente le llevará por el paso fronterizo hasta Alepo.

La guerra en  Siria sigue muy activa, diez años de muerte y destrucción no parecen ser suficientes para dar por finalizado el conflicto armado.

Las fuerzas armadas del país siguen combatiendo y Bashar al-Asad sigue con su persistencia de controlar todo el país, pero la oposición y varios grupos terroristas no se lo ponen fácil, ya son muchos los fallecidos, pero eso en Occidente parece importar poco.

Ningún medio se hace eco de lo acontecido por aquellos lares, aún así Sebas sigue en su perseverancia de conseguir la mejor fotografía, la que sirva para mostrarle a todo el mundo el desastre y la barbarie que sigue devastando a todo un país.

Él sabe que ya tiene la instantánea y decide poner fin a su periplo en territorio hostil, pero lo que no conoce es que llegar al paso fronterizo con tierras turcas va a ser tan complicado.

Los casi seiscientos kilómetros que separan Alepo de Ankara son interminables y después de 12 horas en jeep consigue llegar a la frontera; la cola para pasar es interminable y Sebas decide llamar a su esposa aprovechando que tiene cobertura.- ¡María, María!, ¿Me oyes bien?.

-¡Sebas! ¿Cómo estás?, -estoy bien, tranquila que ya estoy en la fila del paso fronterizo con Ankara, soy el 48 de la fila, si todo va según lo previsto, mañana por la noche estoy en casa, ¡Te quiero!, ¡Mierda!, ¡Se ha cortado!.

Son las siete de la tarde y está anocheciendo, un policía militar turco grita por un megáfono, ¡Passports, passports!, antes de que acabe de decir la última palabra una fuerte explosión hace volar todo por los aires; todo está muy confuso, la insurgencia acribilla a balazos a todo el que ven respirar, hay muchos muertos , por suerte, Sebas estaba cerca del paredón de hormigón y la metralla no le ha alcanzado, se esconde debajo de un cadáver y pasa desapercibido de los ojos insurgentes.

Las autoridades turcas dan por muerto al fotógrafo, han encontrado su pasaporte, pero ni rastro de su persona; el teléfono suena en Madrid, María intuye que es una mala noticia.

-Buenas noches señora, llamamos de la embajada española en Estambul, ¿Es usted la esposa de  Sebastián Parera?, ¡Sí, dígame!, su marido se ha visto envuelto en una acción terrorista de la insurgencia, en la fila de  la frontera de Ankara, era el 49, y ha fallecido por una explosión.

- María en Madrid se derrumba y rompe a llorar, pero rápidamente se percata de que probablemente no sea su esposo, ( era el 48 de la fila, ella lo sabía), pero la fatalidad hace que el pasaporte aparezca encima de un cadáver que coincide con la descripción de su marido y el número en cuestión  y dan por hecho que es el cuerpo de Sebas.

 Por suerte ha sido socorrido por una amiga periodista que lo ve deambulando por las calles cercanas al paso fronterizo, lo monta en su jeep y se lo lleva a su hotel.

María no se da por vencida, su intuición la dice que su esposo sigue vivo, el 48 la retumba en su mente, no duda en coger un avión y volar a Estambul, recién aterrizada, recibe una llamada, es Silvia.

-Hola María, soy Silvia, la amiga periodista de Sebas, ¿Te acuerdas de mí?. - Sí claro, por supuesto.

-Tengo buenas noticias, que sepas que Sebas está vivo, no murió en la explosión, estamos en el paso fronterizo de Ankara.

-Yo estoy en Estambul.

-No te muevas de ahí que en dos horas estamos contigo.

María da saltos de alegría, ¡Sabía que estaba vivo!; mi persistencia e intuición han tenido su recompensa.

Se abrazan los dos de alegría y entre sollozos se dicen te quiero una y otra vez, ante la alegría en la mirada de Silvia.





miércoles, 2 de junio de 2021

La cueva maldita.

 

Si no, me habría vuelto loco, insistió tanto que hoy podemos contarlo.

Entrábamos cinco espeleólogos a la cueva, pero solo tres finalizaron su recorrido, por suerte otro y yo paramos antes.

La cueva ha desaparecido con ellos adentro, ni rastro de vida humana, los equipos de rescate han desistido.

Los lugareños ya advirtieron que esa cueva estaba maldita, pero la curiosidad les ha matado.

Todavía me pregunto de donde salió ese resplandor que nos cegó varias horas, un hecho fantástico que escapa al control humano.

Pasados dos años, siguen las investigaciones, pero ni rastro de la cueva ni de los cadáveres de mis compañeros.