miércoles, 13 de abril de 2022

«Amores de adolescencia.»


 Elvira Soler acaba de terminar su jornada( regenta una antigua botica en Lanjarón, de más de cien años, ella es la cuarta generación en la familia Soler), farmacéutica, soltera y sin compromiso conocido, vive con su perro Jeremías.

Es invierno y  el frío en La Alpujarra granadina es intenso, la chimenea consume troncos a destajo, ya ha cenado y decide acostarse.

Se duerme pensando en cambiar de aires, es feliz, pero está agobiada, su casa es la farmacia (y nunca mejor dicho),  ella habita en la primera planta.

Jeremías se revuelve y pina sus orejas, abajo se oyen ruidos, un amigo de lo ajeno se ha colado, es Ernesto Navajas, el hijo del carbonero(un toxicómano nacido en el pueblo, que no ha tenido suerte en la vida, a penas pasa de los treinta y ya tiene un amplio historial delictivo a su espalda)que acaba de llegar de la capital Hispalense, solo los ansiolíticos pueden calmar su "mono".

La farmacéutica con su inalámbrico en la mano le grita que ha llamado a la policía y acciona el interruptor, ambos se llevan gran sorpresa; ¡Pero si eres Ernesto!, ¡tira ese cuchillo, por favor! Él está muy aturdido, pero rápidamente se da cuenta quién le grita, su amor de adolescencia,  ese primer amor que nunca se olvida.

Ambos reaccionan y se abrazan... tranquilo, yo te ayudaré a salir de este infierno. 

Hoy es un día de celebración, Navajas ya está limpio, es un hombre nuevo e incluso ha estudiado auxiliar de farmacia, unidos por el amor y el trabajo, pronto verá la luz su retoño, fruto de su amor apasionado.

Quién le iba a decir al hijo del carbonero que robar en su pueblo acabaría como un cuento de hadas con final feliz; los amores de adolescencia es lo que tienen.