lunes, 26 de junio de 2023

«Somos fantasmas cabalgando en la sombra de las noches más oscuras»

 


La calma se apodera de la tripulación, no hay miedo, lo peor de la tormenta ya pasó.

Es como soñar despierto y no dormido, el tiempo se ha detenido, los últimos rayos de sol entran por los "ojos de buey", iluminando mi camarote como un candil en una noche oscura del Paris a principios del siglo XX.

El capitán intenta la ciaboga, pero el barco permanece estático, clavado en un punto constante, observando el horizonte lejano en medio del océano, ¿habrá vida después de la muerte?, ¿o seguimos vivos? Sinceramente, la confusión se apodera de todos, juraría que la tormenta nos hundió,  no entiendo nada.
Me pellizco y duele, ¿por qué la luna se vislumbra en la lejanía?

Me dijo un buen amigo que sería yo quién cambiaría el devenir de la humanidad, con descubrimientos inverosímiles e inusuales, pero jamás pensé  la situación que estoy viviendo.

Nos llaman por megafonía, el capitán nos quiere a todos en cubierta en cinco minutos.
 — ¡Señores, no se que está ocurriendo! La confusión se apodera de todos nosotros, no tengo palabras que justifiquen lo acontecido. Los instrumentos de navegación han enloquecido, aporten sus ideas.

 —Mi capitán, si me lo permite, yo creo que estamos inmersos en un agujero negro, básicamente no hay ninguna conexión entre nuestro tiempo y el tiempo dentro del agujero.
Esa es mi perspectiva para ganar claridad, como escalar una colina y llegar a la cima para ver la luz, somos mirlos que vuelan sin rumbo, en círculos sin movimiento, el mundo se ha parado, es eso, o estamos muertos y somos fantasmas cabalgando en la sombra de las noches más oscuras.

Tengo claro que yo no me olvido de dónde vengo, creo que es un mal sueño, que volveré a casa con mi familia.

  —¡Joder, marinero! Nos ha dejado peor de lo que estábamos, aunque hay que reconocer que estamos pensando como usted, cosas raras y absurdas.
 —Créame señor, mi intención no es crear más confusión en la tripulación, pero tengo claro que nuestra vida se apaga, cuál llama en una vela que languidece.

El sol deja la marca del paso del tiempo en el casco del barco, el viento no se intuye y nuestro semblante es el mismo que el primer día que empezó todo esto.

Estoy convencido que estamos anclados en el espacio-tiempo.
Adiós al pánico y al miedo, lo mejor será conservar la calma y pensar que todo esto es una pesadilla constante.



 —¡Capitán, capitán! Alguien se acerca a gran velocidad, es una silueta inmensa que oscurece la claridad.

 —¡Estáis aquí, esto es un maldito milagro de la vida, es incomprensible, podemos veros, hablad, por favor!

 — Pero, quién son ustedes? 
 —Somos el barco de salvamento de la marina española, estamos en el 2032, llevan ustedes desparecidos desde hace diez años, cuando una tormenta arrasó los océanos dejando millones de víctimas.
—Tienen que dar muchas explicaciones.
 —No hay nada que explicar, parece que fue ayer cuando zarpamos de Cartagena, es lo único que podemos decir.

martes, 20 de junio de 2023

«¿Algún día llegará la paz?»


 ¿Quién es este señor?

—Yo lo conozco, es el responsable de esta guerra absurda.

—¿Me está usted diciendo que este individuo es el responsable de esta barbarie?

—Efectivamente, así es, les presento.

—Franco, él es Hitler. Hitler, él es Franco.

—El que faltaba, por ahí asoma Mussolini.

—Y ahora aparecerán Stalin y el mismísimo Che Guevara.

—¿Algún día llegará la Paz?

—Complicado, por ahí viene un tal Putin.

lunes, 19 de junio de 2023

«¡Que rabia, otra vez me quedé en lo mejor del sueño!»



 Corre el mes de Junio de 1932 en Soria — cuna del Duero y Campos de Castilla de Antonio Machado— y Curro se prepara para ir con su padre—maestro de escuela—  a la escuela. Algo habitual, ya que Gregorio da clase a su hijo y siempre van  caminando;  es el ultimo año, Curro ya tiene catorce años y llega el fin de un ciclo, teniendo que comenzar sus estudios superiores.


—¡Adiós María! — ¡Tened buen día chicos!

—Buenos días chavales, como sabéis hoy es el último día de clase y el final de un ciclo para mí, el próximo curso lo impartiré en otra ciudad, concretamente en Madrid.

Curro no da crédito a lo que está oyendo, en su cabeza se amontonan las preguntas.
—Pero... ¿por qué? ¿A qué esperabas para decirlo? —Tranquilízate hijo, ya hablaremos en casa.

—¡Ya hemos llegado cariño! —Sentaros a la mesa que el cocido ya está listo.
Curro no dice ni una palabra y su madre ya sabe lo que ocurre, así lo había convenido con su marido; decidieron esperar al último día de clase para contar a su hijo la noticia del traslado y de importantes cambios en la familia.
—Curro, mi amor, aunque cambie el ciclo, siempre brilla el sol, siempre da calor, allá donde tu cuerpo habite, siempre estará tu corazón y el de papá y mamá.
—Estaba claro que usted también lo sabía madre y yo el último mono de esta casa.
— Cuida tus palabras muchacho, no hables así a tu madre, así lo decidimos y tienes que acatar la situación;  no queríamos que afectara a tus estudios.

El tren a la capital parte en una hora. En las maletas no solo viajan ropa y viejos libros, también viajan recuerdos, noches estrelladas pescando en el Duero, esos Campos de Castilla correteando desde muy chico, los helados de la señora Simona o esas interminables charlas con Juana.
— ¡Adiós a todo, Madrid allá voy! 

Curro se ha adaptado a su nueva vida, su relación con sus progenitores es ejemplar y sus nuevas amistades son maravillosas; en especial su amiga Isabel, a la cuál le une más que una amistad.

—Padre, mañana comienza en Recoletos la primera edición de la Feria del Libro de Madrid y dicen que habrá muchos escritores y cantidad de libros; iré con Isabel a visitar todas las casetas.
—Me parece fantástico hijo, yo estaré en la caseta 32 firmando ejemplares de mi libro, con otros dos escritores.
— Vamos a la caseta de mi padre Isabel, a ver que tal lleva la mañana.
— ¡Buenos días padre! —Venid chicos, que os voy a presentar. A mi derecha Federico García Lorca y a mi izquierda, Miguel Hernández, dos poetas que empiezan a pegar fuerte en las letras.



La Guerra Civil estalla y todo se desmorona en la vida de Curro cual castillo de naipes.
¡Oh no, espera!

—¡Curro despierta, o llegarás tarde al colegio!
—¡Vale mamá!

— ¡Que rabia, otra vez me quedé en lo mejor del sueño!
Feria del Libro de Madrid en 1933


domingo, 18 de junio de 2023

«Hay mil razones para ser feliz»

 


Nico está convencido que hay mil razones para ser feliz; sin embargo varios de sus amigos irradian negatividad.

Siempre protestando porque sus padres no les dan todo lo que piden, el último modelo en deportivas, un viaje a Eurodisney, el patinete más veloz, la mejor videoconsola, el iPhone actualizado, todo esto, con una media de catorce años.

Nuestro adolescente nada a contracorriente, siempre está inventando lo que quiere, soñando con elegir su destino, nunca se rinde, quiere dejar de pensar lo siento, ser un cobarde a ojos de esta sociedad que le rodea, un ambiente de consumo, apariencia y sin sentido.
Nico está interno en un colegio clerical en Pamplona, porque su pueblo natal en Navarra  —de solo quinientos habitantes —, carece de centro educativo.

Sus padres trabajan de sol a sol la tierra y cuidan del rebaño de más de cien ovejas; mientras Gregorio va trazando los surcos con su tractor diariamente, Claudia elabora uno de los mejores quesos de la zona en su quesería, ayudada por su hija Lorena veinteañera.

Mientras se matan ahí fuera por la mejor pistola del "Fortnite", nuestro protagonista devora libros y cultiva su mente con citas de Alberti o se pierde en el mundo aventurero de Alberto Vázquez Figueroa, desgraciadamente en la actualidad, algo inaudito en un chaval de catorce primaveras.
Soñador incansable, su cabeza siempre está viajando a través del papel, pensando que algún día visitará todos los lugares que salen en sus amigos los libros. En su interior circula un gran impulso aventurero, que retuerce sus arterias, anhelando vivir cosas diferentes a las trazadas por esta sociedad manipulada.
Tiene claro que todo lo bueno que le tiene que ocurrir en un futuro inmediato, está en su pueblo, con su familia y sus ovejas.
Las clases llegan a su fin y las ansiadas vacaciones de verano ya están aquí; el chaval hace su maleta y sube al autobús que en dos horas le devolverá a sus raíces, al olor a leche de oveja, a tierra mojada o a la frescura del caudaloso río que atraviesa su pueblo.
Mientras sus compañeros de pupitre, piensan en esos días interminables, con el culo pegado a una silla, con la vista constante en una pantalla que atrofia sus sentidos, si hay suerte alguna tarde irán a la piscina, pero sin desconectar de su teléfono móvil — no vaya a ser que se pierdan el último WhatsApp o la última actualización de juegos varios —, sin duda, son esclavos de la tecnología.

 —¿Qué tal tu primera noche en casa cariño? Espero que hayas descansado bien.
 —Genial madre, me siento estupendo, tenía muchas ganas de volver y disfrutar de mil y una aventuras.
—¡Tú siempre tan soñador hijo mío, no cambies nunca! —Le aseguro que no, recorreré el mundo con mi mochila y mi guía de viaje.
¡Por cierto madre, está usted muy guapa!  —¡Qué zalamero eres granuja!
 —Desayuna  fuerte que tienes que ir a echar una mano a tu padre en la tierra.
—No se preocupe, contaba con ello, esta tarde si lo desea, le ayudo con los quesos.
—Buenos días padre. —¡Hola Nico, qué ganas de verano, para tenerte a mi lado, echaba de menos tu conversación, tu espíritu aventurero, tu derroche de energía, tu irradiante sonrisa, siempre feliz con lo más insignificante, eres mi viva imagen.
 —No siga usted padre, me va a  hacer llorar, le echaba tanto de menos... no cambiaría ni un minuto por lo que somos, por estar a su lado labrando la tierra a lomos de su tractor.

El verano avanza y Nico sigue encontrando en su pueblo mil razones para ser feliz, las conversaciones con su padre, los desayunos con su madre y hermana o esas pipas en el banco de la iglesia con su amiga Carolina —otra soñadora como él —, su amiga del alma y futura compañera de viaje.

Hoy amanece caluroso, nuestro protagonista muy madrugador ya está desayunando y conversando con su hermana, sin saber que algo insólito le aguarda.
De entrada hoy ya es diferente, no irá a echar unas horas con su padre, ya que sus progenitores se han ido a Pamplona a una cita médica, hace semanas que Gregorio no se encuentra bien y va a pasar un chequeo exhaustivo.

Un cambio repentino de situación sorprende a nuestro aventurero, ese verano a la vista, esa mirada, esa calma después de la tormenta, el cuerpo a tierra después de una jornada intensa, cuando creía que Carolina ya no iba a declararse, sucede lo más incoherente, una de esas mil razones para ser feliz.
 —Se que somos unos niños todavía, unos adolescentes que empiezan a vivir, pero creo que no somos conscientes de lo que tenemos y ya que tú no te atreves a dar el paso, le daré yo.
¡Te quiero con toda mi alma y te querré siempre Nico, lo tengo clarísimo!
 —Yo también a ti Carolina, no podría vivir sin ti.
Sin apenas percatarse, los adolescentes amigos de la infancia, se han enamorado, comenzando a vivir su peripecia particular de la vida, siempre juntos hasta el final, como cuando eran niños de cuatro años y jugaban a ser gigantes.

Pero no todo son buenas noticias para el adolescente, su padre está muy enfermo, tanto que el médico le ha dicho que le queda un mes máximo.

No hay manera humana de escapar a esta tristeza, por primera vez Nico no es feliz, pero a sus catorce años racionaliza la situación y se despide de su padre a su manera, siendo feliz y haciendo feliz a su progenitor.
El verano se acaba y con él, el último aliento de Gregorio; las campanas de la iglesia tocan a difunto.
La vida sigue y con ella, las mil y una aventuras de Nico.

Han pasado treinta años y después de cientos de viajes y aventuras varias, Nico, Carolina y sus dos hijos son felices en su pueblo natal, con su tierra, sus ovejas y sus quesos.
Ambos siguen pensando que hay mil razones para ser feliz