martes, 29 de enero de 2019

Simón.

Cuando se ausentaba de casa, quedaba un gran vacío.

Siempre que Simón embarcaba, -Simón es un ingeniero jefe de máquinas-, transcurría un mínimo de seis meses hasta su vuelta.

Esta vez el carguero ruso navega a Indonesia con mil contenedores de lo más variopinto.

Sus vástagos y su esposa lo extrañan. 

Cada viaje se alarga más, él está barajando la posibilidad de dar un giro radical a su vida, pero ya es demasiado tarde.

Una ciclogénesis explosiva estalla y deja el carguero a la deriva como una cáscara de nuez.

Sin tiempo a reaccionar se hunden y toda la tripulación perece en el naufragio.

En casa lloran su pérdida, su ausencia es perpetua.




viernes, 11 de enero de 2019

El caminante.

El caminante hace camino, caminando siempre está, rozando va las cunetas, el camino es la meta.

El camino es su destino, senderos de gloria eterna, todo el día sin parar, para por la noche descansar.

Según amanece y brilla el astro rey  comienza a caminar, el aire gélido de Enero afeita su semblante arrugado y maduro está.

Sin miedo al futuro, emprende camino sin rumbo fijo, que le puede deparar, exhausto y desencajado está.

Sobre las copas de los arboles emergen infinitos nidos, repletos de pájaros silbando sus melodías en fa.

Tras el ramaje, oculto entre los matorrales una familia completa de conejos observa mi caminar sin pestañear.

A media hora escasa se encuentra el siguiente pueblo donde espero encontrar cobijo y unas sopas de ajo voy a tomar.

Ante la mirada atónita de un pequeño, me adentro por estrechas calles, hasta el albergue encontrar.

Cabe la posibilidad que el mesero no pueda estar, pero ya sentado yo le puedo esperar.

Contra todo pronóstico he conseguido llegar y mi cuerpo poder descansar.

Del dicho al hecho hay un trecho, hoy me ha costado caminar y desde muy temprano he sufrido el caminar.

En la barra está el mesonero que me sella el pasaporte y entre las cortinas su señora que me da la bienvenida.

Hacia la mesa me dirijo a comer mis sopas pero cual es mi sorpresa, si ya preparadas están.

Hasta la habitación hay un pasillo largo y libidinoso pues la mesonera tiene la mano larga y toca lo que quiere tocar.

Para llegar a la cama , me va a costar, un intenso sudor frío recorre mi cuerpo sin cesar.

Por la rendija de la ventana entra un aire frío que refresca mis ideas, según ella es mejor no parar.

Sobre la madrugada el marido la busca, pero no descubre el percal, ella dice que  indispuesta en el servicio está.

Ya de buena mañana y sin tiempo que perder, me despido con prisa, no quiero que ella me vea y a él le digo hasta más ver, gracias por tu hospitalidad.

Jamás pensé que en el camino esto me podía pasar, pero yo en mi soltería, no lo pude evitar.

Emprendo mi caminar, cual caminante caminando con el rumbo hacia la soledad de un destino sin igual.

El caminante, así me llaman y no entiendo mi vida sin parar de caminar.