sábado, 26 de marzo de 2022

«Siempre nos quedará Venecia.»

 Viaje de novios inolvidable,

juntos soñando,
una amistad formidable,
por ciudades italianas viajando.

Veinticinco años después,
nuestro amor sigue en nuestra conciencia,
por más años a tus pies,
siempre nos quedará Venecia.

Mi máscara tu recuerdo,
tu máscara mi recuerdo,
tu compañía una inmensidad,
a tu lado, hasta la eternidad.

«¡Viva LA Revolución de Octubre!»


 A Benita, -maestra jubilada-, le queda aliento  para contarle a sus nietas y nietos la importancia de su aportación e influencia  sobre la mujer; hace  tres años que retornó a su Asturias natal y a sus ochenta y ocho sigue con su temperamento y gran corazón.


Nacida en el seno de una familia humilde en Octubre de 1934 -año de La Revolución de Octubre-, en tiempos convulsos. Con La Revolución de Asturias, la insurrección obrera cobraría fuerza con una huelga general en todo el país y con mayor influencia en tierras astures.

Hija de minero y costurera,  siempre fue inquieta y reivindicativa; su padre  siempre la decía que su carácter le venía de él y su madre, grandes luchadores, no en vano, Teófilo fue guerrillero en dicha revolución.

Los primeros años  no fueron fáciles con la Guerra Civil y  la posguerra -su progenitor fue fusilado  y su madre sometida a todo tipo de vejaciones-, pero eso la hizo más fuerte, a los veinte ya estaba dando guerra en Madrid, siendo  revolucionaria en plena dictadura, sus reivindicaciones llegaron a muchas mujeres, incluida "La Pasionaria", que la llamaba "su niña luchadora". Benita aprendió mucho de ella  transmitiendo sus conocimientos a sus alumnas.

En el setenta y cinco, fue una de las artífices de la incorporación de la mujer al mundo laboral, España experimentó grandes cambios gracias a mujeres como ella, que tenían los ovarios bien puestos.

Su último 8M fue una locura, su nombre fue coreado junto a otros como el de Ibarruri, algo que engrandeció su figura, más si cabe.

Me muero, de esta noche no paso, no dejéis de luchar nietas y nietos míos, que mi lucha y la de mis compañeras  no quede en saco roto, queda mucho por hacer.

¡Viva La Revolución de Octubre! 

«¡Maldito dinero!»


 Mathew Windsor está entusiasmado con el baile de máscaras y disfraces que ha organizado en su castillo, quiere aprovechar la coyuntura del evento para pedirle matrimonio a su chica, perteneciente al seno de una familia humilde, algo que la familia de nuestro protagonista no tolera.


El marqués está pendiente de todos los detalles con su mayordomo, no quiere dejar nada al azar, la imagen tiene que ser impecable, por los salones de la fortaleza desfilarán prestigiosos empresarios e invitados ilustres pertenecientes a familias de alta alcurnia.

Los asistentes comienzan a llegar y los jardines son invadidos por lujosos automóviles, trajes y máscaras por doquier, no hay esquina libre, los camareros crean magia con sus bandejas, canapés y champagne son los protagonistas, el alcohol y otras sustancias comienzan a hacer efecto (tropezones, confusiones e idas y venidas al baño para empolvarse la nariz), el marqués está convencido, es el momento de su discurso, la fiesta se desmadra, su deseo es que los asistentes se enteren de lo que está a punto de ocurrir.

Pero nada sale como estaba previsto; ¡Oh Dios mío! ¿Qué hace ese impresentable metiendo mano a Sarah? ¡Encima ella se deja! (No hay duda, es ella, porque lleva la máscara de gato) Y yo queriendo pedir su mano.
¡Ésta se va a enterar!
-¡Unos minutos de atención, por favor! ¡Nuestro anfitrión va a empezar con su discurso!

-Quiero deciros que hoy iba a ser un día muy especial para mí, pero veo que me equivoqué, ¡Sarah, eres una zorra!

Todos están estupefactos y la pobre Sarah es un fiambre sin rostro escondido en la caseta de los aperos de jardinería;  el marqués está confundido y abatido.

Dejarse meter mano fue un craso error de la asesina, con su trasplante de cara  casi consigue lo que buscaba... ¡Maldito dinero!