miércoles, 15 de febrero de 2023

«Aquel Año del Conejo, del amor inmortal»

 


Qiyu ha extrañado en demasía a Xiang estos últimos meses, su ausencia ha sido un silencio constante en su alma; Él, en Wuhan y ella en Pekín.

La distancia ha sido muy traicionera e insoportable, las peores semanas de la existencia de Qiyu, con mucha diferencia, pero todo cambiará mañana, cuando ambos se vuelvan a encontrar.
Celebrarán juntos el Año Nuevo chino, 2023, el año del roedor por excelencia, el conejo de la suerte.
—¡Qué bien que ya has llegado cariño! Atrás quedó Pekín, ahora toca vivir el presente en Wuhan, el virus ya está controlado y  se puede vivir con tranquilidad, las autoridades han relajado las medidas de precaución hasta límites insospechables, algo inaudito.
— ¡Es maravilloso Qiyu! Este será nuestro año, el de la paz y la prosperidad, el de la libertad de un futuro prometedor, como el que se gana un conejo, cuando sale airoso con su carrera huyendo del cazador.



Nuestros protagonistas vieron la luz en 1975 en Pekín, Año del Conejo; ahora entiendo su prudencia, inteligencia, discreción, previsión y benevolencia. Les irá bien, seguro que sí, se lo merecen, han sufrido mucho hasta llegar aquí.

Qiyu ha sufrido en su vida como el conejo que vuelve a su madriguera y encuentra su cama vacía, algo no va bien, una desgracia indica que sus gazapos han desaparecido como el maíz en el pico de un cuervo.
Así le ocurrió a nuestro protagonista, al volver de adolescente un frío día de enero a su casa, se percató que sus padres ya no estaban, habían pasado a mejor vida (aquel maldito camión se cruzó en su camino, dejando a nuestro amigo huérfano), raudos y veloces, como un conejo huyendo de las fauces del zorro perseguidor.

La infancia y adolescencia de Xiang no fue mucho mejor, abandonada a su suerte al nacer, en la puerta de un hospital por su madre enferma y drogodependiente.
De orfanato en orfanato, de familia en familia, en busca de una estabilidad que nunca llegó, hasta su mayoría de edad, que pudo volar del nido del horror, como el conejo ahogado en su madriguera por falta de sustento.

Y efectivamente es su año, comenzaron celebrando la noche de Año Nuevo por todo lo alto y todo ha ido sobre ruedas, los dos han conseguido un trabajo estable como ingenieros en una fábrica de automoción, su casa es una madriguera que rebosa felicidad (con la llegada del pequeño Yuan -que en chino significa "redondo"), como lo está siendo este 2023 a punto de terminar, colorido, suave y agradable, como el pelaje de un gazapo recién nacido.

Ojalá el próximo 2024 (el Año del Dragón), traiga la misma fuerza o más que este que se esfuma como el humo de un cigarro, como los gazapos huyendo de su madriguera.

Seguro que nuestros ingenieros no olvidarán su particular año, ese del reencuentro, el de la felicidad eterna, el del conejo de la suerte, aquel Año del Conejo, del amor inmortal.



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