viernes, 4 de febrero de 2022

"No juzguen y no serán juzgados"


 Harry Miller y su familia pasan su última noche en la casa  donde han crecido sus cuatro hijos, los recuerdos se amontonan en las cajas, pero es el momento de empezar una nueva vida, su negocio va viento en popa, a pesar de ser afroamericanos y estar marginados por la sociedad yanki de los setenta.


Su nueva mansión en Santa Mónica es el resultado de años de  arduo trabajo, -su pequeña tienda de electrodomésticos con la que empezaron hace veinte años se ha convertido en la mayor cadena  de toda la costa oeste-, es tiempo de disfrutar de su fortuna.

Harry y Evelin quieren vivir su jubilación como se merece, -sus hijos son ahora los encargados de  la empresa-, en la mansión vivirán todos juntos, abuelos, hijos, nietos...

En la urbanización  todos  son blancos y pronto empiezan las habladurías... -vaya coches traen los criados, -¿Quién se mudará? -¡Fuera negros!
Los Miller están acostumbrados a escuchar  semejantes improperios y hacen oídos sordos.

 Pasan los días y comienzan las amenazas, -¿En serio van a vivir aquí estos negratas?
De esta noche no pasa, ¡Vais a salir ardiendo, desearéis vivir en el infierno!

Todo cambia cuando a la mansión llega su primogénito con un camión de la empresa rotulado, los vecinos comienzan a hacerse preguntas... -¿Serán los propietarios?, no me lo puedo creer, los electrodomésticos de mi casa son de su fabricación.

Los vecinos se percatan que Los Miller son millonarios, ¡Que hipocresía! Ahora los negros son muy buenos y todos les dan la bienvenida.

Harry invita a toda la urbanización a una multitudinaria fiesta con discurso incluido.

-Ayer éramos demonios y hoy... ¡Mírense! Están todos aquí haciendo reverencias, ni los blancos son mejores, ni los negros peores, todos somos personas.

-¡No juzguen para que no sean juzgados!


No hay comentarios:

Publicar un comentario