¡Que alguien me explique que hacen esas alfombras ahí tiradas, exclamó Anubis a sus esclavos!
No es posible tal desbarajuste, hoy nos visitan grandes mercaderes o ricos comerciantes y el desorden no es que sea nuestro mejor aliado; ¡Ese caballo fuera de ahí, ya!, ¡inútiles!. !Colocad esas alfombras inmediatamente!
Buenos días caballeros, comienza la puja, espero sea de su agrado el género que hoy nos acompaña. Hay muchos tamaños y colores, pero sin duda la joya de la corona es el tapiz que cuelga de la balconada.
-¡Yo le quiero gritó Sotis!, un rico mercader del otro lado del Nilo; ¡Adjudicado!
Una alfombra es la siguiente... ¡anímense señores!, seda natural, lana de excelentes ovejas de Egipto, ¡no las hay mejores!
-Yo no quiero ninguna alfombra, ¡Quiero ese caballo y tus esclavos, gritó Khalfani!
Eso no puede ser, no están en venta.
¡Ofrezco diez mil Piastras!
No se hable más, siendo así, tuyo es el pack completo.
-Anubis eres un desalmado que vende a su gente por un puñado de monedas, ya imaginaba que eras así, pero... ¡quería ponerte a prueba!.
-Khalfani estaba indignado con la situación y aunque había sido un farol, decidió llevarse a los esclavos y al equino. Él era diferente, alguien inusual en esa época, no trataba a su gente como esclavos y sí como trabajadores cualificados; ya había conseguido ser un reputado mercader, despertando la envidia de sus competidores.
Eso no gustaba en esos tiempos y al salir del zoco es apuñalado mortalmente por la espalda.
Envidia, un pecado capital que siempre ha perseguido al ser humano.
Anubis manda y los demás acatan órdenes, sin más.
En esa era, la muerte de alguien era muy normal
-La tormenta arrecia y Anubis es alcanzado por un rayo cayendo fulminado, muerto el perro se acabó la rabia... o podemos decir... ¿Envidia?
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