Cuando éramos jóvenes nos bebíamos la vida a tragos sin importar nada a cambio.
Nuestra única preocupación era la diversión, reír, vivir, llorar, andar de aquí para allá.
Con la madurez nos embarga la nostalgia de tiempos vividos y adquirimos mucha responsabilidad.
Damos mas importancia a la familia y nos "escondemos" en su regazo.
Ya en la vejez nuestra única tarea es ver brillar el sol en un nuevo amanecer.
Volvemos a nuestra niñez con la inocencia de un niño.
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