jueves, 4 de febrero de 2016

El Avellano, sin novedad en el frente.

-¡Que pasa abuelo!, -buenas tardes Quintín, ya hace varios días que no venias a visitarme, estaba preocupado, mi mente ya empezaba a extrañar tu ausencia.

-Ya sabes abuelo, que ahora tengo menos tiempo, me faltan horas en el día. En el trabajo no doy a basto, Jimena embarazada, -a dos semanas de salir de cuentas-, preparativos de ultima hora en casa para acoger al retoño, etc. Sé, que últimamente te he tenido un poco olvidado, pero no desesperes, siempre estas en mis pensamientos, pero bueno, cuéntame como estás.

-Poco te puedo contar, ya sabes que el transcurrir de mis días es estar atado a esta silla, leo mucho, observo por el ventanal de la galería al vecino cultivando la huerta, escucho la radio, y poco mas que contarte, sin novedad en el frente.

-Ya sabes abuelo, eres el mejor espejo en el que mirarse, eres todo fuerza y pundonor, nunca decaes en tu lucha diaria, por ver el lucero del alba, un día mas.

-Pero bueno ,vamos a dejar las penas y problemas a un lado por un rato y cuéntame una de tus historias.
De esas que te toco sortear, cuando la vida se puso tan jodida. Ya sabía yo que estabas tardando en pedírmelo.
-Sonríe-.

-Hoy te voy a contar una muy triste,- de las que te encogen el alma-,pero la historia tiene final feliz.
Corría el mes de marzo de 1939 y la guerra estaba a punto de finalizar. España estaba devastada, y los nacionales buscaban republicanos hasta debajo de las piedras. Tocaba refugiarse un tiempo o morir en el intento.

El ejército republicano estaba fundido y casi  no quedaban efectivos.
Dos compañeros y un servidor, cogimos varios víveres que quedaban por allí perdidos, en los estantes del cuartelillo y emprendimos un viaje hacia la libertad.

 -Amparados por los primeros rayos de sol y con la moral muy alta, embarcamos en un viejo buque de guerra que estaba atracado en el muelle de Ceuta.

-Sin tiempo que perder, emprendimos viaje hacia tierras africanas,- concretamente al norte, en Argelia, en el famoso puerto de Orán-, a través del estrecho.

 Sinceramente, no fue un viaje muy agradable,  dos días de duración muy intensos, donde vivimos todo tipo de penurias, pero también alegrías, viendo los rostros de muchos compañeros, felices de oler la ansiada libertad.

-Las primeras veinticuatro horas fueron bastante llevaderas, pero las restantes se hicieron insostenibles.
El hambre se había apoderado del pasaje, en el barco había niños, mujeres embarazadas, soldados heridos físicamente y muchos otros psicológicamente, de tanta muerte y desidia vivida.

-El caso, es que ya de buena mañana, estábamos sentados en la cubierta deseando llegar a la  ansiada libertad,- que por otro lado, no fue la soñada, a nuestra llegada a Orán, tuvimos que pasar una cuarentena antes de desembarcar, pero esa es otra historia-,cuando de pronto, veo a una chica intentando dar el pecho a un bebé de unos tres meses, bastante perjudicado, su madre muy desgalichada y con cara de hambre. 
La chica lo intentaba una y otra vez, pero de sus pechos no emanaba ni una sola gota de leche, estaba tan vacía, que la criatura no saciaba su hambruna y no paraba de llorar, su llanto era ensordecedor.

-Nosotros ya llevábamos muchas horas sin comer, las viandas que cogimos en el cuartelillo fueron muy escasas, y teníamos que racionarlas; sin pensar mucho en las consecuencias, saqué del petate, el último bote de leche condensada con el que teníamos que alimentarnos los tres, me acerqué a la chica y se le ofrecí.
-Toma este bote y da de comer a tu bebé para calmar su llanto, te ofrecería mas, pero no tengo-.

-Muchísimas gracias camarada, le estaré eternamente agradecida, mi hijo se iba a morir en mis brazos de hambre, sin poder poner remedio a ello, gracias de corazón.

-Con este gesto, me sentí muy aliviado, y aunque el hambre se había apoderado de nosotros, siempre pensé que había merecido la pena salvar la vida de una criatura que será el futuro de nuestro maltrecho país.

-Gritamos con  fuerza, ¡Por la libertad de expresión, por los derechos humanos y el fin de todas las injusticias!,  y alzando nuestros puños al aire, arribamos  al puerto de Orán, ya estábamos en Argelia, 
-pero no podíamos desembarcar por la obligada cuarentena-, con el  pensamiento en nuestros cerebros del deber cumplido.

Esta es la historia  de hoy Quintín, por hoy ya acabo, estoy cansado y fatigado,  no quiero sufrir mas recordando.

Muchas gracias abuelo. Ha sido un rato muy agradable, hasta el próximo día. -Quintín le da un beso a su abuelo y se va-.

¡Viva la libertad! -grita Aurelio-.

-Sin novedad en el frente.

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