Son las siete y suena el maldito despertador, primer día de colegio. Unai sigue dormido, presiento un día muy largo.
-Cariño despierta, hay que empezar con energía e ilusión.
-Por favor papá, un poco más, tengo mucho sueño.
-Sabes que no puede ser, ni tú, ni yo llegaríamos puntuales.
-El maldito atasco de todos los días; parece que avanzamos, ya llegamos al colegio.
La campana se demora y a las nueve tengo la reunión con todos los cuerpos.
Hay un gran temblor, seguido de una fuerte explosión.
Un fuerte olor a gas tapona mis fosas nasales y hay una polvareda intensa, suenan las primeras sirenas, lloros, gritos de pánico, alguien me agarra, pero no es Unai.
¡Unai!
¡Hijo mío! ¿Dónde estás?
-¡Estoy aquí papá! Avanza a la luz del móvil.
Menos mal que estás bien chiquitín;
-Tengo mucho miedo papá.
Temblores menores siguen y los bomberos retiran los primeros escombros; ha sido un terremoto de gran magnitud.
Madrid se desmorona, sus calles están agrietadas, muchos edificios se han derrumbado y el caos es terrible.
-Señor...¿Están bien?
-¡Sí sargento, tranquilo, soy compañero!
Soy el jefe superior de la unidad veintidós.
- Acabo de ver a los suyos a dos manzanas de aquí.
-Muchas gracias, voy en su busca.
Hola chicos...¿Cómo está el percal?
- Empezamos a estar coordinados, ha sido un terremoto brutal, inverosímil en Madrid.
- Siempre hay una primera vez, desgraciadamente.
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