sábado, 19 de noviembre de 2022

«Lo mejor está por llegar.»

 


Karl camina a diario dos kilómetros que separan su casa del muro con el que ha crecido en la República Democrática Alemana (no conoce un Berlín libre, ya que lleva construido veintiocho años y a él le contemplan veintidós). Sabe por sus padres, que se conoció una ciudad libre, pero no lo ha vivido en sus carnes.




Acaba de llegar a la frontera de hormigón y como cada mañana está deseoso de ver a través de un agujero a su amada Frieda, que vive al otro lado del maldito muro de la vergüenza en la República Federal Alemana.

Ambos son conscientes que su relación es complicada, llevan dos años haciendo lo mismo, solo se ven, pero no hay contacto corporal, están deseosos que llegue el día señalado y están convencidos que es hoy.
Efectivamente, este frío 9 de Noviembre de 1989 además de traer un día gélido, trae consigo la apertura del maldito muro.
Ella de familia capitalista y él comunista, una mezcla explosiva que el amor ha juntado; Frieda está acabando la carrera de medicina y Karl trabaja de tornero en una fábrica.
-¡Frieda te quiero!
-¡Y yo a ti cariño!
-¡Somos libres!
-¡Por fin podremos hacer nuestro sueño realidad!
¡Las lágrimas empiezan a brotar en los ojos de ambos! ¡No pueden creer lo que están viendo!
Los militares se apartan y deponen sus armas, dubitativos no saben que hacer, temen que sea una trampa.
¡Hay abrazos y lágrimas de alegría! Ellos deciden no ser menos, su abrazo dura varios minutos, seguido de un tórrido beso inevitable.
Son detenidos por escándalo público, en comisaría, el padre de Frieda que es militar, interviene y quedan en libertad.

Ambas familias colaboran en la demolición del muro, pico en mano, entre risas y sollozos celebran su libertad, lo mejor está por llegar.


 

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