jueves, 16 de septiembre de 2021

Suena el timbre.


 Han pasado veinte años y parece que fue ayer, me sigo despertando empapado en sudor, noche tras noche,  el horror de aquel fatídico día me persigue, la misma pesadilla, el sueño se repite incrustado en mi cerebro.


​La torre se tambalea, el olor a carne quemada no me deja respirar, me ahogo, mi acezo va a mil por hora, me rindo, estoy a punto de sucumbir a la barbarie. 

​Siento un contacto en mi espalda antes de caer a plomo, Larry me agarra y coloca una mascarilla de oxígeno, mi resuello se estabiliza, todo está oscuro y mi única orientación es la linterna de este bombero salvador. 

​Descendemos lentamente a pisos inferiores, parece que lo hemos conseguido; ya a salvo, pero Larry prosigue con su hazaña. 

​A pesar de las advertencias, hace caso omiso y se interna nuevamente en el infierno. Ya en la ambulancia, pero sin rastro de mi ángel de la guarda. 

​Una semana de hospital y para casa, soy un afortunado, lo sé. 

​Suena el timbre, es Larry, sólo puedo llorar, nos fundimos en un abrazo eterno, mi héroe está vivo, su nombre es lo único virtuoso que hay en este sueño atronador. 

Un día más, el mismo sueño, veinte años de recuerdos pero parece que fue ayer.

Larry y yo seguimos ahí... ¡viviendo! 

No hay comentarios:

Publicar un comentario