Nos comimos a unos cuantos vecinos para no defraudar, sólo los del ático han resistido.
Antes de los primeros rayos de sol volvemos a nuestra guarida oscura para no perecer, la resistencia humana nos busca y no queremos ser descubiertos.
Todo son ajos y crucifijos en el edificio, pero no dan con nuestro paradero exacto.
Nuestros compañeros demandan más carne humana pero no podemos arriesgar.
Al anochecer somos descubiertos por los humanos del ático en el cuarto de calderas, nuestro juego ha finalizado y somos aniquilados, pero han sido convertidos.
Ahora son ellos los que tendrán que seguir comiendo desde su refugio en las alturas.
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