La radio sigue sonando... en el fragor de la batalla, la trinchera emana un fuerte olor a sangre y descomposición, los cadáveres se amontonan entre los sacos terreros y los soldados exhaustos piensan que el final está muy cercano; hoy no solo se ha perdido una batalla, ha sido un paso decisivo para perder la guerra, lo único que reconforta a la tropa es la voz desgarradora del locutor y la melodía de las canciones que no dejan de sonar.
La radio sigue sonando... el capitán ordena retirada, el plan establecido ha fracasado y las bajas se multiplican; la retaguardia en la lejanía espera la llegada del grueso del batallón, pero la espera se hace eterna y al anochecer solo regresan cincuenta almas perdidas, del medio millar que partieron al frente del infierno más desolador y encarnizado; el country fiel a su estilo se propaga en las ondas abrumadoras del silbido de las balas en la lejanía.
La radio sigue sonando... el convoy atraviesa territorio enemigo buscando el éxito de la misión, los blindados se abren paso en medio de una gran humareda que no deja ver lo que está por venir; los soldados que avanzan a la vera de los vehículos miran al frente agarrados a su fusil, una distracción puede ser su final.
Caminar es un infierno, abrirse paso entre cadáveres, extremidades diseccionadas y niños moribundos no deja a nadie indiferente; pero queda lo peor, llegar a territorio neutral sin que una emboscada les sorprenda o que una bala de un francotirador atraviese su sien; por suerte han llegado ilesos y el anochecer les recibe con la voz radiofónica del reverendo de la tropa; el pueblo está arrasado y su población moribunda, la hambruna hace estragos y los niños se abalanzan sobre los soldados pidiendo comida como un perro a su amo; los chicos comparten sus provisiones con los lugareños mejorando la hostilidad del ambiente.
La radio sigue sonando... el sargento va en cabeza del pelotón avanzando por el meandro del río buscando un lugar seguro para acampar lejos del alcance del enemigo; la decisión está tomada hay que descansar, dormir unas horas y reponer fuerzas y éste es el lugar deseado; los chicos se relajan y cantan sus canciones preferidas al son de un viejo transistor que resiste a la violencia de la guerra.
La radio sigue sonando... la guerra ha acabado y toca retirada, el ejercito aliado se retira feliz y dichoso por su victoria sobre el enemigo antes de embarcar en el puerto son sabedores de que algo de cada uno se queda en ese país inhóspito; en sus retinas se queda grabado el miedo, la miseria y el sufrimiento; ancianos moribundos, mujeres violadas y ultrajadas y lo que es peor... niños huérfanos sin rumbo fijo, muchos de ellos mutilados sabedores que nunca volverán a hacer vida normal.
Pero la vida sigue, con la música a otra parte, toca otro país, otra guerra, otra religión, otro dictador pirado que dicta sentencia porque le viene en gana pero... la radio sigue sonando.
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