Corre el mes de Junio de 1932 en Soria — cuna del Duero y Campos de Castilla de Antonio Machado— y Curro se prepara para ir con su padre—maestro de escuela— a la escuela. Algo habitual, ya que Gregorio da clase a su hijo y siempre van caminando; es el ultimo año, Curro ya tiene catorce años y llega el fin de un ciclo, teniendo que comenzar sus estudios superiores.
—¡Adiós María! — ¡Tened buen día chicos!
—Buenos días chavales, como sabéis hoy es el último día de clase y el final de un ciclo para mí, el próximo curso lo impartiré en otra ciudad, concretamente en Madrid.
Curro no da crédito a lo que está oyendo, en su cabeza se amontonan las preguntas.
—Pero... ¿por qué? ¿A qué esperabas para decirlo? —Tranquilízate hijo, ya hablaremos en casa.
—¡Ya hemos llegado cariño! —Sentaros a la mesa que el cocido ya está listo.
Curro no dice ni una palabra y su madre ya sabe lo que ocurre, así lo había convenido con su marido; decidieron esperar al último día de clase para contar a su hijo la noticia del traslado y de importantes cambios en la familia.
—Curro, mi amor, aunque cambie el ciclo, siempre brilla el sol, siempre da calor, allá donde tu cuerpo habite, siempre estará tu corazón y el de papá y mamá.
—Estaba claro que usted también lo sabía madre y yo el último mono de esta casa.
— Cuida tus palabras muchacho, no hables así a tu madre, así lo decidimos y tienes que acatar la situación; no queríamos que afectara a tus estudios.
El tren a la capital parte en una hora. En las maletas no solo viajan ropa y viejos libros, también viajan recuerdos, noches estrelladas pescando en el Duero, esos Campos de Castilla correteando desde muy chico, los helados de la señora Simona o esas interminables charlas con Juana.
— ¡Adiós a todo, Madrid allá voy!
Curro se ha adaptado a su nueva vida, su relación con sus progenitores es ejemplar y sus nuevas amistades son maravillosas; en especial su amiga Isabel, a la cuál le une más que una amistad.
—Padre, mañana comienza en Recoletos la primera edición de la Feria del Libro de Madrid y dicen que habrá muchos escritores y cantidad de libros; iré con Isabel a visitar todas las casetas.
—Me parece fantástico hijo, yo estaré en la caseta 32 firmando ejemplares de mi libro, con otros dos escritores.
— Vamos a la caseta de mi padre Isabel, a ver que tal lleva la mañana.
— ¡Buenos días padre! —Venid chicos, que os voy a presentar. A mi derecha Federico García Lorca y a mi izquierda, Miguel Hernández, dos poetas que empiezan a pegar fuerte en las letras.
La Guerra Civil estalla y todo se desmorona en la vida de Curro cual castillo de naipes.
¡Oh no, espera!
—¡Curro despierta, o llegarás tarde al colegio!
—¡Vale mamá!
— ¡Que rabia, otra vez me quedé en lo mejor del sueño!
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