miércoles, 1 de abril de 2020

Virus.

Nada en la mente de Diego hacía presagiar lo que iba a surgir en días posteriores- actor de profesión-, el rodaje en la ciudad condal va estupendamente y todo transcurre según lo previsto.

Madrileño, nacido en la Latina donde hoy sigue viviendo con su pareja y su perro fiel, añora sus calles,  extraña su tapeo  y el bullicio de sus gentes, pero ahora su trabajo está a menos de tres horas en tren y tiene que acabar con el rodaje.

Sería un despertar más en la habitación de su hotel sino fuera porque suena el teléfono.
-Llaman de producción anunciando que el rodaje queda suspendido-, sin tiempo de reacción Diego se lamenta y pregunta el porqué.

 Un virus se está apoderando del país y es indispensable que la gente permanezca confinada en sus domicilios por riesgo alto de contagio masivo y miles de fallecimientos.

Sin tiempo de reacción agarra su maleta y coge un taxi- a la estación de Sants, por favor-, el nerviosismo del chófer es lógico,en cuestión de horas el caos se apodera de las calles y todo el mundo tiene prisa por volver a su destino.


Afortunadamente el caos es en la ciudad y no en la estación, pocos son los viajeros y menos aún los que viajan a la capital del país, -la situación en Madrid es preocupante-, las cifras de contagio en los hospitales madrileños no  dejan de crecer y las urgencias comienzan a colapsar, en taquilla comprando su billete escucha por sus auriculares que en cuestión de horas  el gobierno va a decretar el estado de alarma.

Atocha le espera y no hay tiempo que perder, su pareja está tranquila porque sabe que ya está de vuelta.

Son cerca de tres horas que se hacen eternas, con Diego son seis pasajeros en total, ninguno se mira a los ojos y guardan distancia por miedo al contagio, cierra los ojos y traga saliva,  mientras piensa que es todo tan surrealista como una película donde hace años fue protagonista,solo que esto es real y hay ganas de llegar a casa.

Atocha está vacía, solo unos pocos taxistas esperan en la salida,- el panorama es desolador-, a la Latina, por favor. Las calles están oscuras y vacías como gris es el día que se esfuma en la capital, la lluvia es persistente y hace frío, no cabe duda que es una primavera que no olvidaremos.

La diosa  Cibeles nos saluda al pasar sin tráfico rodado, Neptuno está triste y la Puerta de Alcalá llora por los primeros fallecidos en la capital, el virus se ha cebado con sus habitantes y la psicosis se adueña de sus calles.

Ya en casa, me quito toda la ropa y no me detengo a besar a la parienta, directo a la ducha por temor, Masti mi fiel escudero se sienta a esperar mi ducha, ya más tranquilo le acaricio y como a besos a mi bella mujer.

Ya son dos semanas en casa, que dan para muchas cosas, mira la gente como lo siente, como lo vive, cada uno a su manera, los balcones y ventanas de las casas son nuestras trincheras, como expulsan, como cantan, los miro y aprendo, mientras apuro mi segunda cerveza.

Las aceras desérticas, las terrazas recogidas, sólo mi vecino paseando su perro y  dos policías patrullando el asfalto, ya me he visto diez películas de cine japonés en versión subtitulada, son las ocho de la tarde y comienzan los aplausos de agradecimiento a los que siguen batiéndose el cobre por los que estamos en casa.

Me tiembla el pulso al pensar en lo que está ocurriendo, el virus ha declarado su guerra particular y el gobierno tiene serios problemas para atajarlo, son ya miles los sanitarios contagiados y miles los muertos hacinados en el Palacio de Hielo.

Los hospitales están desbordados, pero la gente está unida con ganas de luchar, es una batalla constante contra el reloj para salvar vidas.

Ya estamos en la quinta semana de confinamiento y esto parece que remite, los fallecidos son menos, la curva de la pandemia esta en su fase final, en dos semanas podremos salir a la calle escalonadamente, con mesura, guardando las distancias.

Yo me despierto un día más como el niño que camina hacia un futuro prometedor, quiero pensar que esto nos ha hecho más fuertes, llenos de humanidad y mayor empatía hacia el prójimo.

Estamos en la prórroga, día treinta y seis del confinamiento, por fin se ve la luz al final del túnel.

Nunca olvidaré la cara de los niños en los balcones, de los ancianos en las residencias resistiendo y la de todo un país unido venciendo al mal.

El virus está controlado y vencido, quiero pensar que todo ha sido un mal sueño, pero no es así, no ha sido una de mis películas.

Mañana saldrá el sol, las aceras empiezan a cobrar vida y desgraciadamente la polución comienza a ser evidente, Madrid cobra vida, el país entero es felicidad.

Si la historia se repite, estaremos preparados, estoy seguro de ello, juntos venceremos.


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