sábado, 26 de marzo de 2022

«¡Maldito dinero!»


 Mathew Windsor está entusiasmado con el baile de máscaras y disfraces que ha organizado en su castillo, quiere aprovechar la coyuntura del evento para pedirle matrimonio a su chica, perteneciente al seno de una familia humilde, algo que la familia de nuestro protagonista no tolera.


El marqués está pendiente de todos los detalles con su mayordomo, no quiere dejar nada al azar, la imagen tiene que ser impecable, por los salones de la fortaleza desfilarán prestigiosos empresarios e invitados ilustres pertenecientes a familias de alta alcurnia.

Los asistentes comienzan a llegar y los jardines son invadidos por lujosos automóviles, trajes y máscaras por doquier, no hay esquina libre, los camareros crean magia con sus bandejas, canapés y champagne son los protagonistas, el alcohol y otras sustancias comienzan a hacer efecto (tropezones, confusiones e idas y venidas al baño para empolvarse la nariz), el marqués está convencido, es el momento de su discurso, la fiesta se desmadra, su deseo es que los asistentes se enteren de lo que está a punto de ocurrir.

Pero nada sale como estaba previsto; ¡Oh Dios mío! ¿Qué hace ese impresentable metiendo mano a Sarah? ¡Encima ella se deja! (No hay duda, es ella, porque lleva la máscara de gato) Y yo queriendo pedir su mano.
¡Ésta se va a enterar!
-¡Unos minutos de atención, por favor! ¡Nuestro anfitrión va a empezar con su discurso!

-Quiero deciros que hoy iba a ser un día muy especial para mí, pero veo que me equivoqué, ¡Sarah, eres una zorra!

Todos están estupefactos y la pobre Sarah es un fiambre sin rostro escondido en la caseta de los aperos de jardinería;  el marqués está confundido y abatido.

Dejarse meter mano fue un craso error de la asesina, con su trasplante de cara  casi consigue lo que buscaba... ¡Maldito dinero!

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